viernes, 27 de diciembre de 2013

Siempre que veo un tablero en pantalla, me detengo y observo. Tuve el placer de encontrarme con esta película sin yo pedirlo, y ha sido increíble. Es un placer ver películas que tengan como fondo principal este deporte tan maravilloso como lo es el ajedrez.

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“Queen to Play”, el título en inglés de esta película francesa, atrapa al que le guste o le apasione el ajedrez. Con esto no quiero decir que si no sabes nada del juego, no deberías verla. Muestra la pasión, el amor y la obsesión que muchas personas tienen (que tenemos) por el ajedrez, que quizás termine atrapando a aquellas personas que no han jugado nunca o solo lo han hecho un par de veces.

Para muchos los trebejos son su vida, o parte muy importante de ella. Y este film muestra al ajedrez como el fondo, la forma y sobre el cual gira toda la historia. Una historia que no es tan compleja y en muchas partes es muy previsible. Pero que mantiene a las piezas del tablero en todo momento en el centro de la atención.


Vayamos a las interpretaciones. Sandrine Bonnaire (Hélène) es la mujer que se convierte de una mucama en Córcega a una fuerte y talentosa jugadora de ajedrez. Bonnaire es impecable en su papel, conquista al espectador de principio a fin.

En el camino, la protagonista debe afrontar los problemas con su familia, los cuestionamientos sobre su economía de su hija adolescente, las constantes peleas con su esposo Ange (Francis Renaud) y aprender a confiar en sí misma y en su talento, que irá descubriendo junto a Kröger (Kevin Kline), su mentor, su maestro y su amigo.


El film hace una relación muy marcada con la reina. Helene descubre que la reina es la “piezas más poderosa del tablero”, línea que luego repite la hija y que de algún modo traspasa la mesa de juego y se proyecta en la propia Helene, que llega a descubrir que es una mujer poderosa que puede enfrentarse a sus problemas y convertirse en lo que quiere ser. Todo esto le permitirá cambiar su vida por completo, con su familia, sus amigos, su trabajo.

Y otra relación muy marcada es la que sostienen Bonnaire y Kline, primero como mucama y jefe, pasando por ciertos enfrentamientos, hasta llegar a conectarse, a unir sus mentes, sus pensamientos, gracias al tablero, jugando una y otra vez. Logran convertirse en maestro y alumna, y luego en amigos.


Descubrir el ajedrez y su talento (un talento que identificas de inmediato). Jugar tan naturalmente es un don, como dice Kline, “es un don que no se puede comprar, es algo que muchos buscan por años, pero que nunca encuentran”.

Particularmente, me encantó el encuentro final entre Bonnaire y Kline, donde se ponen a jugar ajedrez a ciegas y sus mentes se conectan de un modo tal que ambos personajes logran una vez más transmitir la pasión por el ajedrez. Me encantó.


Calificación de David Jonn: (4/5)


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